Pastor Pide la Mitad del Sueldo a Todos los Miembros de su Iglesia

Un video viral desató una ola de críticas al mostrar a un pastor solicitando a sus feligreses la mitad de su salario. En la grabación se escucha la polémica frase: “El que no me traiga el 50%, no quiere al Señor”. Este episodio reavivó el debate sobre la práctica del diezmo en la actualidad.

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Tradicionalmente, el diezmo consiste en la entrega del 10% de los ingresos. Esta costumbre tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, donde se destinaba una parte de las cosechas para el sustento de los levitas y las personas en situación de necesidad. Con el tiempo, la práctica evolucionó y se adaptó como un modelo de financiamiento para diversas comunidades religiosas.

En el cristianismo contemporáneo, muchos líderes enfatizan el concepto de la generosidad voluntaria: la donación debe surgir del corazón y no de la obligación. El Nuevo Testamento refuerza esta perspectiva al afirmar que “Dios ama al dador alegre”. Según los especialistas, transformar el diezmo en una exigencia erosiona la confianza y desvirtúa la dimensión solidaria del acto.

Analistas de movimientos religiosos advierten sobre consignas que presionan a los creyentes, como la que vincula el dar con el amor a Dios. Afirman que este tipo de expresiones son indicio de manipulación espiritual. Cuando la entrega se cuantifica y exige, pierde su esencia, y la fe queda sujeta a un sistema de control económico en lugar de ser una experiencia liberadora.

La llamada “teología de la prosperidad”, que promueve la idea de que las bendiciones divinas son proporcionales a las contribuciones económicas, puede generar endeudamiento y ansiedad entre los fieles. Existen testimonios de personas que han sacrificado necesidades básicas esperando una recompensa divina. Los expertos alertan de que el resultado puede ser la pérdida de confianza y una eventual ruptura con la comunidad.

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Desde el ámbito ético y legal, se señala que exigir dinero a cambio de fe puede traspasar la línea que separa la práctica religiosa del delito. Si se demuestra enriquecimiento personal o desvío de fondos, podrían configurarse figuras penales como fraude o malversación. Las congregaciones responsables fomentan, en cambio, la transparencia en la rendición de cuentas y el uso de las donaciones.

El caso del pastor que pidió el cincuenta por ciento del sueldo evidencia una discusión vigente: cómo asegurar que el diezmo siga siendo un acto solidario y no una imposición. Líderes moderados abogan por la educación financiera, la transparencia y el respeto a la libertad de cada individuo para contribuir. En definitiva, corresponde a la comunidad velar por la integridad tanto espiritual como económica de sus miembros.

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